En un pueblo lejano vivía una niña llamada Lily. Lily era una niña afortunada que tenía todo lo que podía desear: una familia amorosa, un hogar acogedor y amigos leales.
Pero Lily no siempre apreciaba las cosas buenas de su vida. A menudo se quejaba de cosas pequeñas, como su cereal para el desayuno o la tarea de matemáticas.
Un día, la madre de Lily le dijo: “Lily, es importante ser agradecida por las cosas que tenemos”.
Lily no estaba segura de qué significaba ser agradecida, así que su madre le sugirió que llevara un diario de gratitud. Lily accedió a regañadientes.
Cada noche, antes de irse a la cama, Lily escribía en su diario tres cosas por las que estaba agradecida ese día. Al principio, le costó encontrar cosas por las que estar agradecida, pero poco a poco empezó a notar las pequeñas bendiciones de su vida.
Estaba agradecida por el sol que calentaba su rostro, por las flores que florecían en su jardín y por la risa de sus amigos. Incluso estaba agradecida por su cereal y sus tareas de matemáticas, porque sabía que la estaban ayudando a crecer y aprender.
A medida que Lily siguió escribiendo en su diario de gratitud, comenzó a cambiar. Se volvió más positiva y alegre. Se daba cuenta de las cosas buenas que tenía en su vida y ya no se quejaba de las cosas pequeñas.
Un día, Lily le preguntó a su madre: “¿Por qué ser agradecido es tan importante?”.
Su madre le respondió: “Ser agradecida nos hace felices. Cuando nos centramos en las cosas buenas de nuestras vidas, es más difícil centrarse en lo negativo. La gratitud también nos ayuda a apreciar lo que tenemos y nos hace más amables y compasivos con los demás”.
Lily entendió la lección. A partir de ese día, siguió escribiendo en su diario de gratitud cada noche. Y cuanto más agradecida estaba, más feliz se volvía.