En el tranquilo pueblo de Verdalia, se contaba la leyenda de un antiguo espejo que solo reflejaba la verdad. Se decía que aquel que mintiera frente al espejo se enfrentaría a las consecuencias de sus engaños.
Un día, un joven llamado Tomás encontró el espejo mientras jugaba en el bosque. Curioso, Tomás se paró frente al espejo y dijo: “¡Soy el mejor jugador de fútbol del pueblo!” Aunque era bueno, no era el mejor. De repente, el espejo brilló con una luz intensa y, cuando desapareció, Tomás se encontró incapaz de jugar al fútbol. Asustado, corrió a su casa.
Al día siguiente, en la escuela, Tomás mintió sobre haber hecho su tarea. Al llegar a casa y abrir su cuaderno, las páginas estaban en blanco. Cada mentira que Tomás decía, se convertía en realidad, impidiéndole hacer lo que afirmaba falsamente.
Desesperado, Tomás volvió al espejo y dijo con lágrimas en los ojos: “He mentido y ahora veo el daño que he causado.” En ese momento, el espejo volvió a brillar, y cuando la luz se desvaneció, Tomás sintió que todo volvía a la normalidad.
Aprendiendo su lección, Tomás prometió ser siempre honesto. Se disculpó con sus amigos y maestros por sus mentiras pasadas y trabajó duro para mejorar en el fútbol y en sus estudios. Con el tiempo, se ganó el respeto y la admiración de todos en Verdalia por su honestidad y esfuerzo.
Moraleja
La historia de Tomás nos enseña la importancia de la honestidad. Las mentiras pueden parecer inofensivas, pero pueden llevar a consecuencias no deseadas y dañar nuestra credibilidad. Ser honesto nos brinda respeto, confianza y, sobre todo, paz interior.